Los clics de cámara son sonoros al mismo tiempo que una chica joven de piel blanca, quien está en ropa interior sonríe.

Uno de los fotógrafos mueve su mano hacia un lado.

La chica lo observa, sus ojos se ven brillantes, sus labios rojos.

Otro de los fotógrafos se acerca y mueve una de las sombrillas de luz que están apuntándole a la chica.

Ella se lleva cuidadosamente una mano al muslo muy cerca de sus pantis, y con la otra se mueve ligeramente el cabello de color castaño.

El fotógrafo que tiene la cámara más grande mira a la pantalla y hace zoom en el pliegue de los pantis de la chica justo en la entrepierna y asiente.

  La chica usa las dos manos para acomodarse el sostén y uno de los fotógrafos mira la hora en su reloj.

“¡Ya es hora!” dice un chico que está sentado en la barra de un bar junto con otros dos.

Los tres miran hacia una de las mesas.

Allí se puede ver a un hombre de traje que mantiene una postura relajada observando directo a los ojos a una chica de blusa rosada elegante quien se toca sutilmente el cabello.

“Te puedo garantizar una sola cosa,” le dice el hombre con un tono muy confiado.

Ella lo mira con coquetería, sus ojos azules claros brillan y sus labios se ven más rosados.

Uno de los chicos camina hacia la mesa, pero sigue derecho pasando por el lado y después se gira unos metros más adelante.

El hombre lo voltea a ver por un segundo, parece asentir y después sigue observando a la chica a los ojos.

“Ella es más bonita que la del sábado,” le dice uno de los chicos sentado en la barra a otro.

El otro chico le señala que se calle, observa su reloj y después hacia la mesa.

 

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